viernes, 13 de abril de 2012

Teresa Carreño


    Nació en Caracas el 22 de diciembre de 1853 y murió en Nueva York el 12 de junio de 1917. Pianista venezolana. Recibió su primera formación musical en Caracas de la mano de su padre, Manuel Antonio Carreño, y de Julius Hohené. En 1862 se trasladó con sus padres a Nueva York, ciudad donde ofreció, antes de cumplir los nueve años de edad, su primer recital público. Fue invitada a tocar ante el presidente Abraham Lincoln, en la Casa Blanca. 


Teresa Carreño en una imagen
tomada en Berlín, hacia 1916

    En Nueva York estudió con los maestros Louis Gottschalk y Anton Rubinstein. Completó su formación en París, adonde se trasladó en 1866 e inició una brillante carrera de concertista en 1871. Actuó en los principales auditorios de Europa y América, en Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda. Fue solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Entabló amistad con Johannes Brahms, Anton Bruckner, Edvard Grieg, Franz Liszt, Clara Schumann y Richard Wagner.
    Regresó a Caracas en 1885. Al año siguiente, el presidente Antonio Guzmán Blanco le encargó la organización de la temporada de ópera de Caracas, pero esta operación fracasó debido a la actitud de la alta sociedad caraqueña, que no asistió a las funciones para demostrar su repudio a una mujer divorciada. Teresa Carreño se había casado con el violinista Émile Saureal (1873) y posteriormente con el cantante de ópera Giovanni Tagliapietra (1876). Se casaría dos veces más: en 1892 con el pianista Eugène D'Albert y en 1901 con Arturo Tagliapietra, un hermano de su segundo esposo.
    Fijó su residencia en Berlín en 1889, pero abandonó Alemania al estallar la Gran Guerra y, tras una gira de conciertos en España y otra en Cuba, se radicó definitivamente en Nueva York. Desde 1938 sus restos están sepultados en Caracas, primero en el Cementerio General del Sur y, desde 1977, en el Panteón Nacional. En 1983 se inauguró en Caracas el Complejo Cultural Teresa Carreño, considerado el más vasto de América Latina.
    La figura de Teresa Carreño se cuenta entre la de los más grandiosos pianistas de su época. Sus interpretaciones sonaban a melodía propia y se decía que "componía mientras ejecutaba" piezas que tocaba, según Brahms "como un verdadero pianista". Su técnica, descrita por ella como el arte de "jugar con el instrumento", revolucionó los cánones de la ortodoxia del vanguardismo alemán de finales del siglo XIX.